martes, 2 de diciembre de 2025

Gabi y yo

 

 

GABI Y YO
(Escrito en 12/2025)

Gabi y yo nos conocimos en el trabajo; ambos, solitarios y sin amor; y los 15 años de diferencia de edad entre uno y otra no fueron obstáculo para iniciar una relación un poco distante de la amorosa, pero más profunda que la de compañeros o amigos. La relevancia que dábamos a lo espiritual, lo intelectual y la aventura forjaron una urdimbre irresistible. 

El tiempo que transcurrió desde que nos conocimos hasta que iniciamos la relación amorosa fue algo muy hermoso, fue un "dejarnos ser vistos y ver", pero esos episodios no vienen en este relato, ni los regalos, ni las cartas, ni las canciones, pues todo fue una maravillosa espera, una época en que una y otra vez creíamos llegado el momento. 

En vez de atrapar al amor, fuimos atrapados por él en ese incesante intercambio de miradas y atenciones.
Cuando legalmente fue posible formalizar la unión, se activaron las innumerables opciones que la intimidad ofrece a las parejas, para alcanzar sueños que opacaran las frustraciones pasadas, para saciar el hambre de amar y ser amada, para volver a creer que existe el amor para siempre. 



No descartamos lo vivido en épocas anteriores, pero juntos encontramos la fórmula para dar por cerradas todas las puertas que nos podrían hacer retornar a los sentimientos dañinos del pasado y a la vez, otra fórmula para desatar nuestras reprimidas pasiones. 
Ahora se abría todo un nuevo panorama para explorar otros rumbos y sueños, para dejar hacer al destino, sin perder el ojo vigilante, y para saborear la vida desde otros estamentos anhelados. 
Dichosamente, y por separado, habíamos sufrido procesos sanatorios que paliaron las situaciones de desamor, y tan solo bastaba el tiro de gracia para mirar, de ahora en adelante, solo hacia el horizonte. Hubo como un proceso de cultivo de la sanación que evitó el afloramiento de resentimientos e infracciones perjudiciales. Algo nos colocó en posición de abrir los brazos en el momento preciso, no para caer en banalidades y exploraciones erróneas y atolondradas, sino que la espera prudente y el análisis profundo dieron el campanazo que avisaba la llegada de alguien idóneo. Alguien de quien no fuera posible suponer el riesgo de caer nuevamente en  yugo desigual.
Desde un primer día, todo fue amor, empatía y crecimiento, tanto a nivel amoroso como espiritual y familiar; tan es así, que solo divisamos una serie de metas exitosas en todos los campos; nos propusimos cumplir todos nuestros sueños.

 

Las incertidumbres, regaños y temores se apartaron de nuestras vidas y ahora solo marchamos de la mano, confiados, por la senda que marcó YHVH, y al lado, de un dique contra las banales corrientes amorosas de la actualidad.
Nos casamos, vivimos en la casa que se parece a la que una vez soñamos y blindamos nuestra vida cotidiana con la cercanía de nietos y sobrinos; eso nos convierte en la respuesta concreta y tranquila a un grito romántico. 

 Hoy miramos atrás y no vemos una línea recta, sino un intrincado camino que, sin saberlo, nos conducía el uno al otro. Fue un camino como de quiasma, como un espejo que mostraba las mismas vicisitudes, pero que al final del sendero de ella, estaba yo y al final del mío, estaba ella. Cada desvío, cada espera, cada lágrima secada en soledad, fue preparando el terreno para este encuentro.
"No fue siempre feliz la senda que anduvimos,
sino un espejo de destellantes luces y sombras groseras.
Al final de ese laberinto, ambos nos encontramos
Y de ahí en adelante no conocimos fronteras."
"Bajo el vaivén del tiempo descubrimos que el destino nos tejía juntos,
y en cada giro del camino, 
nuestro nombre asomaba en el horizonte,
porque todo lo que dolió, 
nos abrió paso hasta este instante de nosotros."
Comprendimos que el amor verdadero no siempre llegaría con estruendo; a veces, como en nuestro caso, lo haría con la suave certeza del amanecer, iluminando pacientemente el paisaje de unas vidas que ya estaban, en secreto, preparadas para recibirlo.
Cada uno en su camino, ansiaba la aparición del otro; no podíamos saber cómo ocurriría, pero quedó en manos del destino mover increíbles esferas de acción para que al hacer el movimiento final, quedáramos frente a frente, con la opción de dejarlo pasar o abrir los brazos levemente y ver cómo se moverían los acontecimientos.
Nuestra historia es un testimonio de que el tiempo, lejos de ser un muro, puede ser un puente. Los años de diferencia no nos separan; nos complementan. Yo le aporto la serenidad de las experiencias vividas, y ella me regala la frescura de una perspectiva bondadosa y renovada. Juntos hemos creado un dialecto propio, un lenguaje intermedio donde conviven mis recuerdos con sus sueños, tejiendo un presente infinitamente más rico.
Luego de la sufrida espera, una persona frente a la otra, no nos precipitamos al clímax, sino que la vida diaria proporcionó los momentos, como usando un péndulo para ir alimentando poco a poco todo lo que habría de venir.
Vimos muchos amaneceres, compartimos luminosas tardes y nos sobrecogimos en compañía de la luna nocturna, siempre mirándonos y acompañándonos, en medio de las muy distintas labores del trabajo de cada uno. Y así, con esas expectativas para el amanecer, la tarde y la noche, tejimos nuestra vida matrimonial, con distinto rol, pero con un mismo sentimiento y con infinidad de detalles que envuelven nuestra relación.
Y hubo nuevas vivencias, ¡vaya si las hubo!, y la más gloriosa fue aprender a rendir nuestros corazones atados a la más sublime adoración de nuestro Padre Celestial.

El mayor aprendizaje ha sido que el amor no es un estado estático, sino un verbo en constante acción. Se cultiva en los detalles pequeños: en el café preparado con cuidado cada mañana, en la mano que se busca bajo la mesa, en el silencio cómplice que llena una habitación y en las múltiples y celebradas concordancias de pensamiento. 
Hemos hecho de nuestra vida cotidiana un arte, donde hasta la rutina más simple se transfigura en un acto de celebración por haber encontrado, por fin, un puerto común en este mundo tan vasto. 
El amor se abre paso y todo lo domina, haciendo gozar los corazones, pero al paso del tiempo empieza a ceder terreno, momento en el que los amantes deben tomar el control de la nueva situación que se avecina. El control permitirá luchar para aprovechar el enamoramiento hasta el último momento y construir paralelamente y juntos, un amor propio, moldeado con sus propios medios y consolidando su relación para siempre.

Soñamos ahora con un futuro que no es fuga, sino profundización. No anhelamos grandes hazañas en tierras lejanas, sino la aventura íntima de seguir descubriéndonos en una nueva intimidad. 
Queremos envejecer como el buen vino y como los buenos libros: adquiriendo complejidad, suavizando los bordes, y volviéndonos, el uno para el otro, una referencia cada vez más querida y familiar. 
Nuestro "para siempre" se construye día a día, con la paciencia de los jardineros que saben esperar la flor y con la sabiduría para ir podando unas ramas y fortaleciendo otras.

Si tuviera que definir lo que Gabi y yo hemos construido, lo llamaría un "refugio activo". Un espacio donde somos plenamente nosotros mismos, aceptados y amados sin condiciones, pero desde el cual salimos al mundo con más fuerza y bondad. 
Este amor no nos aísla; nos arraiga. Y desde esa raíz firme y compartida, extendemos nuestras ramas, ofreciendo sombra y fruto a quienes nos rodean. Es el legado silencioso y feliz de dos soledades que, al fundirse, encontraron no solo su propia plenitud, sino también una razón mayor para ser.

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 https://youtube.com/shorts/QR9zHcK9skI?si=vajYIEuDf_ctXBZi

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