jueves, 4 de marzo de 2010

FELIPE-CASTREJÓN-QUESADA


Bueno, a esta fecha mi nieto Felipe-Castrejón-Quesada sigue siendo el último de los Quesada en nacer en el Barrio La Dolorosa el 24/04/2009, sitio que albergó nuestra cepa por más de 100 años.

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2023

A Felipe Castrejon


Para Felipe Castrejón quise componer esta canción

Pidiéndole que de sus aventuras me dé su narración,

Pues aunque sé mucho de la vida y sobre todo de querer,

Interrumpieron nuestra comunicación en contra del deber.

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A otros niños aprendí a amar por gracia del Creador,

Pero tu cuota de amor sigue aquí, en mi corazón,

A la espera de un día restablecer mi honor,

Pues al separarnos quebraron mi vida (y no veo la razón).

-

Sabrás cómo la sangre Quesada que nos une, desde España viajó;

Pasando de Toledo a Quesada, de Jaén a Santo Tomé,

Pasando de Baeza a Córdoba, de Granada a Sevilla.

Y de Carmona a América partió en nao de vigorosa quilla.

-

Ese día, nuestras vidas separadas nos contaremos con humor;

Y sabrás lo que pensé cuando la luz de la luna me bañó,

Te contaré lo que sentí cuando el sol me bronceó,

Y de paso contaré cómo disfrutaba la lluvia al salir a correr.

-

Ese día llegará y mis lágrimas borrarán mi dolor,

Y mis brazos no se cansarán del largo abrazo;

Luego sabrás toda la verdad y serás para mi alma el doctor;

Y entonces, jamás volverá a romperse nuestro lazo.

9/01/2023, GEQM



2015

 

2015



 

2013

 

 

El 11/05/2013 fuimos a pasear al parquecito del condominio en Tibás:

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El 16/12/2011 me hicieron llegar esta foto de mi querido y único nieto:

2011


 

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21/08/2010:

Lo sorprendí lavándose los dientes:




Acostémonos:
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-En el mes de junio 2010, vino a verme a Costa Rica:
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El 19-06-2010 lo pesqué traveseando la computadora de Raquel:

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El 18/06/2010 fuimos a recordar cómo es que sopla el viento y cómo arrastra bolsas y hojas por los caños y calles del barrio:


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Aprovechó para registrar toda la casa y travesear todos los teléfonos:
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10/04/2010:
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Otra vez a disfrutar el viento:
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Video:

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Mónica:
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Raquel y Carlos:
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Mi 1ª fiesta de cumpleaños:
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Video:

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Este niño crece rápidamente y ya aventaja a bastantes miembros de las generaciones anteriores en su carácter viajero, pues conoce varios países.


11/04/2010:

Se avecina mi primera fiesta de cumpleaños y tengo muchas chicas que llamar:

Video:

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21/02/2010:

Él estaba muy inquieto, no se dejaba ni fotografiar, por eso la luz entraba como a ráfagas en la lente de la cámara.







Entonces me lo llevé para mi cama y ahí pensé que podría sosegarlo, utilizando algunas dinámicas de entretenimiento estático, tranquilos:

Pero eso fue como meterle un chuzo por el rabo, más inquieto se puso; hasta se me salía de foco:




Al rato supe que me decía; -déjeme, abuelo -yo puedo estar suelto y explorar este lugar donde tantas veces nos divertíamos cuando solo podía estar acostado:
-Agüelo, usted ya se cansó, va a ver lo que voy a hacer:


Claro, yo lo dejaba moverse y disimuladamente lo mantenía sujetado de la pijama, pretendiendo no jalarlo para que explorara; pero qué va, se iba a los bordes de la cama y amenazaba con hacer un clavado directo a la cerámica del piso:


Pasado ese estira y encoge, disimuladamente se quedó quedito, boca abajo, mirando por el borde de la cama hacia el piso; yo creía que iban pasando unas hormigas y las estaba contando, cuando empecé a escuchar un roer tremendo, como una especie de ratón que intentaba desesperadamente traspasar la pared de madera.


¿Qué está pasando, Felipe?. (Él me miraba, evitando que la mirada lo delatara). -Nada, Tito:







Y al acercarme encontré estas muescas profundas en el borde de madera de la cama, jajajaja:


-Diay, abuelo, es que tengo que afilarme los dientes, soy un lobito estepario:


Siguió dando guerra, cual tractorcito que ara el terreno:



-Y de pronto, chupulún, se me deslizó por el borde de la cama, fue algo que no pude evitar.
Él sabía que se había librado de mí:

-Tito, espere, solo quiero estirar un poco los músculos:


-¿Ve?, esto es lo que quería, ahora no me va a poder alcanzar, jajaja:



-¿Qué hay aquí?:


-Mire, abuelito, voy a sorprenderlo:





Y aquí termina la aventura, ya se pone de pie por sus propios medios; así se levanta la nueva generación.


Con mi tía Raquel:


 


06/10/2009:
Tiene su propio columpio




08/09/2009:

Entrena febrilmente en su propio gimnasio:
.............................................vean este: Video de promoción

Ya está echando piernas y bíceps:
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07/09/2009:

Aquí se ve quietecito, pero es porque ya descubrió que cuando uno acerca la cámara es para fotografiarlo y va aprendiendo a posar, porque uno después le enseña la foto y él ha aprendido a verla durante ese lapso en que fugazmente se muestra en la pantallita.
Pero la verdad es que hasta tuvimos que montar sistemas de monitoreo para estarlo vigilando:







El 09/07/2009 me lo llevé a pasear:
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felipedecostarica - Felipe-Castrejón-Quesada.



Cuento, 2025:

 

FELIPE, nació en 2008.


Para Felipe, de diecinueve años, la casa de las colinas no era un lugar en un mapa, sino una geografía del alma, un territorio que había habitado durante años en los pliegues de su imaginación. Su abuelo, el hombre de la espada toledana y las manos que lo "chinearon" en una infancia brevísima y luego se esfumaron en la niebla de las ausencias adultas, era un fantasma familiar. Un eco de voz ronca, un olor varonil y el peso solemne de aquella espada que ahora reposaba en su estudio en la ciudad, eran los frágiles hilos que lo unían a él.

Hay un tema de los dones, como la literatura, la música y todo el arte, así como el altruismo, que flota en su memoria, algo que el tiempo no dio oportunidad de explicarlo.

Llegar al portón verdoso, entre las columnas que parecían sostener no solo la estructura, sino el peso de los años, fue para Felipe como abrir un libro cuyo prólogo había leído mil veces, pero cuyo contenido desconocía por completo. No había recuerdos aquí, solo promesas de recuerdos. Una certeza visceral, tan firme en su pecho como el pulso de su sangre, le decía que al caminar por este terreno, pisaría las huellas que su abuelo había dejado impregnadas en la tierra.

Cruzó la zona de parqueo, y su mirada no se posó en el gallinero o la torre, sino en los espacios vacíos entre ellos. Buscaba, sin saberlo, la sombra de su abuelo. Se dirigió hacia la casa colonial, sencilla y sólida, y fue la ramificación del camino que rodeaba el árbol añoso la que lo detuvo. Allí, bajo la cúpula de orquídeas, la sensación fue tan abrupta y física que casi lo hizo tambalear. No fue un recuerdo, sino una impresión: la clara y distinta noción de su abuelo, mucho más joven, apoyado en ese mismo tronco, afilando con una piedra un machete pequeño, con la misma concentración serena con la que Felipe limpiaba la espada toledana en la ciudad. No lo veía, lo sentía. Era como si el lugar hubiera guardado el molde de su presencia, y al pasar Felipe, su propio espíritu había encajado en él.

Caminó hacia la cochera, imaginando las tamaleadas y las reuniones, y chocó con el viento que bajaba de las montañas del norte, que le trajo, no un aroma, sino la sensación de una mano grande y cálida posándose en su hombro. Era el mismo gesto con que su abuelo, hacía más de una década, se apoyaba y acercaba su rostro para decirle que lo amaba. El consuelo, almacenado en el silencio del lugar, le llegaba intacto, trascendiendo el tiempo.

Su peregrinaje lo llevó luego al sector boscoso, el jardín de aves e insectos. Allí, junto a un espolvoreado de pequeñas flores chinas y pentas, encontró un banco de madera gastada por la intemperie. Se sentó, y fue entonces cuando la conexión se volvió diáfana. Cerró los ojos y, en el jorgorio de los tucanes y el rozar del viento en la vegetación, creyó oír el eco de una respiración pausada a su lado. No necesitaba fotos ni anécdotas. En la paz inimitable de ese rincón, Felipe entendió de dónde venía la serenidad que emanaba de su abuelo, incluso en sus visitas fugaces. Venía de aquí. De este diálogo perpetuo entre la tierra y el cielo, entre el bullicio de la vida y el silencio sublime.

Se levantó y, con un respeto casi ceremonial, desenvainó la espada toledana que había traído consigo. No para blandirla, sino para que el acero, heredado y cuidado con devoción, se presentara ante el espíritu del lugar. La luz del atardecer se reflejó en la hoja pulida, y por un instante, fue como si una chispa saltara entre el pasado y el presente, entre el abuelo que quizá soñó con legar algo más que un objeto, y el nieto que anhelaba recibir algo más que una herencia material.

Felipe no había encontrado objetos de su abuelo, ni cartas escondidas. Había encontrado algo infinitamente más valioso: el contexto de su alma. Aquel hombre ya no era un fantasma compuesto por anécdotas prestadas y un arma antigua. Era la quietud del que escucha el bosque, la fuerza del que levanta columnas, la paciencia del que deja que el viento escriba su historia en la pintura de un portón y la eminencia de quien se entrega al mayor goce en la música clásica.

Al salir, cerrando el portón verdoso tras de sí, Felipe no se llevaba solo el recuerdo de un lugar pintoresco. Se llevaba la certeza de haber recuperado un tesoro que le pertenecía por derecho de sangre y de añoranza: la clave para entender al hombre que lo había chineado. Y supo, con una paz que le inundó el pecho, que cada vez que sostuviera la espada toledana, ya no estaría sosteniendo solo acero. Estaría sosteniendo el silencio del árbol añoso, la frescura de la brisa en el rostro y la imborrable presencia de su abuelo, fundida para siempre con la tierra sagrada que ambos, cada uno a su manera y a su tiempo, habían aprendido a llamar refugio.